Cuando se define al lenguaje suele pensarse en los símbolos y signos que los humanos utilizan en su habla y escritura. Sin embargo, antes de que existieran tales, ya había modos de expresarse que pueden observarse en otras especies. Las abejas, por ejemplo, emplean un «lenguaje» para comunicarse con sus congéneres y así indicarles dónde hay néctar y las cualidades de éste. En ¿Es real la realidad? Confusión, desinformación, comunicación de Paul Watzlawick, uno de los grandes fundadores del Colegio Invisible, se menciona la investigación de Karl von Frisch acerca del lenguaje de las abejas. Estas criaturas ejecutan una danza con movimientos muy específicos para comunicarse: si el néctar está muy cerca, la abeja se mueve de forma circular de derecha a izquierda; en cambio, si el alimento está no tan cercano, hace la «danza de la hoz» y si el alimento está más lejos, la abeja ejecuta la «danza del vientre». Las variaciones en la rapidez del movimiento indican la calidad del néctar.
En esa misma investigación se concluyó que las abejas nacen con una capacidad del lenguaje y comunicación que depende de la región donde habitan. Empero se descubrió que las especies austriaca e italiana emplean dialectos muy distintos, aunque al cruzarlas muchas de ellas ‘hablaron’ «italiano».
El lenguaje de las abejas es innato. Von Frisch logró cruces de las dos citadas especies. Pero el comportamiento de los híbridos en punto a comunicación provocó confusiones auténticamente babilónicas: Von Frisch descubrió que 16 de sus híbridos tenían las características físicas de su progenitor italiano, pero 65 veces sobre 66 utilizaban la «danza de la hoz» para indicar distancias medias […][1]
Puede inferirse entonces que 1) un lenguaje o comunicación (en sí mismos) no proviene exclusivamente de un razonamiento humano, sino que sucede debido a las características físicas de la especie y 2) que incluso este modo de comunicación crea confusiones. Como lo menciona el mismo Watzlawick, pensar en el sentido más amplio de la palabra lenguaje, implica considerar no sólo lo verbal, sino también los movimientos, ademanes y expresiones; hasta el silencio puede indicar pautas en el código que se envía a un interlocutor.
En No es posible no comunicar, Watzlawick sostiene, en su primer axioma, que la comunicación es una conducta y como no existe la «no-conducta», entonces la «no-comunicación» tampoco[2]. No obstante, considerar al lenguaje en el amplio sentido de la palabra, implica también dejar de definirlo con una función verbal o no verbal: para esto necesita hablarse de interacciones y cómo funciona en realidad, lejos de los razonamientos que la academia impone.
En La nueva comunicación[3] se menciona que no existe la «comunicación o lenguaje verbal» o «no verbal», pues se está tratando de separar un sistema que funciona con gestos, palabras y expresiones. Debemos considerar, pues, que un lenguaje es parte del sistema de la comunicación: no es el creador o destructor de ésta y tampoco debe creerse que uno u otro deben estudiarse por separado, pues no es posible definir a uno sin el otro. Se establece también que un sistema comunicativo no siempre es voluntario, porque si se observa bajo esta lente lineal del Modelo Telegráfico de Shannon[4], se tendría que probar que cada gesto realizado y cada matiz en el tono de la voz de los involucrados ha sido previamente razonado. La carga de la prueba de tal afirmación es imposible de demostrar y así lo han comprobado Birdwhistell, Watzlawick, Goffman, Bateson, Hall, Jackson, Sigman y Scheflen en el Mental Research Institute, cuando descubrieron que, en psiquiatría, era imposible tratar de explicar los casos de esquizofrenia con un modelo telegráfico.
Los casos comunes de esquizofrenia solían estudiarse por medio del psicoanálisis convencional, donde el psiquiatra trata de ir a la fuente del trauma. Watzlawick propone la terapia familiar cuando nota que el individuo con una patología no se encuentra aislado de su contexto, por lo tanto, la esquizofrenia no debería estudiarse únicamente analizando la infancia de quien la padece, pues una persona que nace con esquizofrenia sería intratable si se le da terapia con un enfoque psicoanalítico.
En el campo de la psiquiatría hubo numerosos avances en ese sentido, pero debemos recordar que el Colegio Invisible se caracterizó por ser multidisciplinario. Gregory Bateson, su fundador principal, comenzó a preguntarse si el ethos realmente era suficiente para tratar de hablar de una cultura que apenas conocemos.
En Pasos para una ecología de la mente. Una aproximación revolucionaria a la autocomprensión del hombre de Gregory Bateson (1998), se plantea dudas acerca de este lenguaje no verbal en el metálogo ¿Por qué los franceses…? Catherine le pregunta a su papá «¿por qué los franceses mueven los brazos para todas partes?» a lo que Bateson responde: «Bueno… ¿y por qué sonríes tú? O ¿por qué das patadas contra el suelo a veces?». El metálogo concluye con una reflexión creada por ambos:
P: Te diré una cosa: tenemos que comenzar de nuevo desde el principio y suponer que el lenguaje es primera y principalmente un sistema de gestos. Los animales, después de todo, disponen sólo de gestos y tonos de voz… y las palabras se inventaron después. Mucho después, cuando ya se habían inventado los maestros de escuela.
H: Papá…
P: ¿Sí?
H: ¿Sería bueno que la gente abandonara las palabras y volviera a usar solamente gestos?
P: Humm… no lo sé. Por supuesto, no podríamos tener una conversación como ésta. Sólo podríamos ladrar o maullar y mover los brazos para todas partes; reír, gruñir y llorar. Pero tal vez sería divertido… la vida se convertiría en una especie de ballet en el que los bailarines hacen su propia música[5].
El alumno de Bateson, Watzlawick, menciona a los delfines en ¿Es real la realidad? debido a su complejo sistema de comunicación y la magnífica capacidad cognitiva que tienen. Es natural, dice el psicólogo, que los humanos busquen comunicarse con los delfines debido a la superioridad intelectual que poseen y, sin embargo, lo único que se ha logrado hacer con ellos es mostrar numeritos de circo y —según el rumor que él mismo acota como tal— entrenarlos para colocar bombas en submarinos militares.
El sistema que la humanidad ha creado se basa en imágenes que observan, reproducen y tratan de transmitir. La comprobación de esto es que no es posible comprender otros sistemas comunicativos que se basan primordialmente en lo auditivo[6]. Los delfines construyeron su lenguaje con frecuencias de sonido y, por lo tanto, los humanos no pueden comprender a cabalidad este lenguaje cuando ni siquiera su oído está entrenado para captar todos los sonidos que emiten otras especies. No obstante, continúa creyéndose que el significado y el significante deben estar uno dentro del otro: «¿cuál es el contenedor?» Se preguntan los neurocientíficos, psicólogos y algunos lingüistas, sin embargo, a mí me gustaría preguntarles: ¿hay un contenedor? ¿Es eso relevante?
Es necesario dejar de separar el lenguaje verbal y el no verbal como si éstos fueran distintos. Ambos son parte del mismo sistema de comunicación que muchas veces puede ser involuntario. No se trata de pensar en una comunicación con, sino en un conjunto de interacciones donde somos participantes y tal participación no está necesariamente relacionada con una serie de signos y símbolos premeditados por los interlocutores.
Si bien la comunicación que se logra mediante el lenguaje atiende a las necesidades humanas de describir el entorno, su propósito no se queda ahí, pues permite crear una comunidad o «comunión» (de donde viene la palabra). No se trata de un sistema que se ha de imponer ante los razonamientos de cada individuo, como algunos psicólogos o lingüistas suelen aseverar[7], sino de una serie de interacciones en la que cada humano puede ser parte en cuanto nace. Un bebé y un niño pequeño van a buscar el modo de encontrarse con los ojos de sus padres para formar esa comunión con ellos, por ejemplo[8].
En cuanto un potrillo nace, ya sabe que debe ponerse de pie: lo mismo sucede con las cebras, las ovejas, las llamas y otros mamíferos cuadrúpedos. La especie humana, por lo tanto, ya tiene algunas nociones que le son brindadas por la información genética de los padres. Vasudevi Reddy[9] decidió investigar —en sus experimentos con bebés— si los humanos ya nacen predispuestos a crear relaciones, habilidad que puede atribuírsele a la información genética. Reddy analizó algunas grabaciones de niños pequeños jugando con sus padres para hacerlos reír: las expresiones del bebé indicaban que estos juegos eran totalmente planeados para conectar con la persona que tienen enfrente. ¿Cómo es esto posible? Así como algunos cuadrúpedos saben que deben levantarse y andar en cuanto nacen, los humanos tienen un cerebro listo para crear relaciones con otros seres no sólo con palabras, sino también con actos, expresiones o ademanes. Reddy concluye que el cerebro de un bebé podría estar preparado para crear conexiones profundas con otras personas en cuanto comienzan a interactuar con la gente a su alrededor.
De todo esto puede interpretarse que los humanos son lenguaje y comunicación. Se mueven en éstos, adaptándose al tiempo y al espacio en su comunidad mucho antes de comprender qué es el lenguaje mismo[10].
Imagen: de Gabriel Nunes, en portada del libro ¿Es real la realidad? Confusión, desinformación, comunicación. Disponible en Amazon.
[1] Paul Watzlawick. ¿Es real la realidad? (Barcelona, Herder: 1979 p. 16)
[2] Paul Watzlawick. No es posible no comunicar (Barcelona, Herder: 2014).
[3] Gregory Bateson et.al., La nueva comunicación, (Barcelona, Kairós:1987)
[4] Así se le bautiza al modelo lineal básico en La nueva comunicación. Involucra un emisor, receptor, mensaje, código, etcétera y no se considera que los participantes dentro de un sistema comunicativo diverso no cumplen solamente un papel en ese momento de la interacción y tampoco puede simplificarse sin considerar la retroacción, por ejemplo.
[5] Gregory Bateson. Steps to an ecology of mind. Chicago, The University of Chicago Press, 2000, p.13.
[6] Paul Watzlawick. ¿Es real la realidad? (Barcelona, Herder, 1979 p.171)
[7] Lera Boroditsky, en sus observaciones a la comunidad Kuuk Thaayorre —habitantes en Pormpuraaw, Australia— quienes no conciben palabras tales como «izquierda» o «derecha», sino que señalan las direcciones nombrando más bien a los puntos cardinales. En vez de decir algo como «pásame el cepillo que está a tu izquierda» ellos dirían «pásame el cepillo que está al sureste». Incluso, en vez de decir «Hola» se preguntan «¿A dónde te diriges?».
Boroditsky argumenta que esta evidencia apoya al razonamiento de que la comunidad australiana puede ubicarse perfectamente porque su idioma y cultura los entrenaron para hacerlo, por lo tanto, el lenguaje puede moldear el pensamiento. No obstante, en este argumento no se está incluyendo un factor indispensable: el espacio y el tiempo.
[9] Directora del Centre for Situated Action and Communication en el Reino Unido, donde exploran las ideas de los contextos y situaciones en diferentes tipos del fenómeno psicológico.
[10] Kathy Hirsh-Pasek, en sus investigaciones acerca del lenguaje, expone cómo los niños ya conocen el ritmo y la melodía de un idioma determinado antes de hablarlo. En cuanto comienzan a hablar ya pueden utilizarlo perfectamente sin necesidad de saber qué es el lenguaje y cuáles son sus reglas gramaticales. Su episodio se encuentra en Babies “First words”, parte 1, episodio 4, dirigido por Toby Macdonald, Annabel Gillings, Nick Green, emitido en 2020, Netflix. https://www.netflix.com/es/title/80117833